Desde pequeño me las arreglaba para que la tecnología hiciera lo que a los demás les daba dolor de cabeza. Mi primer "cliente" fue mi madre. Quería llamar a toda velocidad sin pelearse con el teléfono, así que le automatizaba la llamada a sus contactos favoritos: un par de teclas y ¡plof! ya hablaba conmigo o con quien quisiera. Pronto me convertí en el "informático oficial" de la familia.
Problemas con la tele, el móvil o incluso con la tostadora que se negaba a tostar… Adivina a quién llamaban.
Alguna vez, no te voy a mentir, esa habilidad me sirvió para impresionar a la chica guapa de clase. A veces funcionaba. A veces no. Pero no dejamos de intentarlo, ¿verdad?
Los años pasaron y la cosa cambió. Ya no arreglaba teléfonos familiares, sino que ayudaba a grandes empresas con sistemas que a veces ni sus propios ingenieros entendían. Pero algo faltaba: esa cercanía, esa conexión con quien de verdad lo necesita, como cuando mi madre pedía ayuda sin complicaciones técnicas.
Por eso creé TimeLab.
Aquí no hay líos, sólo soluciones claras para que la tecnología trabaje para todos, como debería ser. Porque no importa si eres una gran empresa o alguien que solo quiere conectar sin romperse la cabeza.
¿Te suena bien? Vamos, que esto es para ti. Y para tu madre, si se le resiste el móvil.